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23:09:01 18/08/2016

Leones históricos: ganaron el oro y la tercera medalla dorada para Argentina

El rugido dorado estremeció la noche de Deodoro: "Los Leones" del hockey argentino coronaron su semana mágica en Río de Janeiro con un título olímpico tan histórico como impensado al vencer por 4-2 a Bélgica en una emotiva final. El seleccionado dirigido por Carlos Retegui entró en la historia grande del deporte argentino al lograr un oro que pocos hubieran imaginado hace cuatro años, cuando el equipo terminó décimo de doce en Londres 2012. Hasta Río, el hockey argentino nunca había mejorado del octavo puesto en unos Juegos. Una gesta colectiva sólo comparable para los argentinos, tal vez, con el oro de Atenas 2004 de la Generación Dorada del baloncesto, que dijo adiós precisamente en Río. Se trata, además, del tercer triunfo argentino en Río tras los oros obtenidos por la judoca Paula Pareto y los regatistas Santiago Lange y Cecilia Carranza. A ellos se suma la plata de Juan Martín del Potro en el tenis, lo que da forma a la mejor actuación de Argentina en unos Juegos desde Londres 1948. El equipo liderado por Retegui, que logró su segunda medalla consecutiva tras la plata obtenida con el equipo femenino en Londres 2012, consiguió además el título que tan esquivo fue para "Las Leonas", el equipo que fue referencia máxima del hockey argentino en los últimos años y a cuya sombra estuvieron los hombres hasta hoy. En la primera final olímpica para ambos, Argentina mostró más contundencia y efectividad que los belgas. "Los Leones" exhibieron madurez y personalidad para terminar celebrando en un Centro Olímpico de Hockey que vibró al ritmo albiceleste. Y eso que la jornada no podía haber comenzado peor para el conjunto albiceleste. No se habían cumplido aún los tres primeros minutos de juego cuando el conjunto belga se adelantó bajo el cielo amenazante de lluvia en Deodoro. Tanguy Cosyns logró desviar un lanzamiento desde afuera del área y encontró desprevenido al veterano arquero Juan Manuel Vivaldi, que no pudo reaccionar a tiempo para evitar el gol. El público belga, en franca minoría, se levantó entonces de sus asientos ante el silencio albiceleste. Y el panorama más temido se hacía realidad para Argentina. No sólo por el gol, sino porque no conseguía hacer pie ante un conjunto belga que le atoraba todos los espacios. Retegui rápidamente decidió cuatro cambios juntos. Pero tensos, los jugadores sudamericanos se mostraban desconectados y erráticos y no lograban hilvanar dos jugadas seguidas a ras del piso. Sin embargo, los belgas tampoco eran una aplanadora y poco a poco los argentinos comenzaron a igualar el encuentro. Y así llegó la primera ocasión de riesgo para los albicelestes. Agustín Mazzilli encontró una buena bocha en el área y tras generar el espacio lanzó un fuerte disparo de revés que contuvo el arquero Arthur van Doren. Y poco después, a los 12 minutos de juego, llegó el primer córner corto del partido, gritado como si fuera un gol por el público argentino. Peillat, el implacable ejecutor, se acercó al área y desenfundó la vaina. Pero en una jugada maestra, cedió la bocha por atrás de la espalda a Pedro Ibarra, el capitán, que definió sólo frente al arquero. El gol llenó de confianza a Argentina, que comenzó a circular con más fluidez la bola. Y como el noqueador que fue en semifinales ante Alemania, el combinado argentino dio un fulminante segundo golpe a los belgas apenas tres minutos después. Ignacio Ortiz encontró una bocha suelta en el área tras un mal control belga y conectó al fondo del arco para desatar otra explosión en las gradas mientras Retegui pedía calma en el banco. Bélgica, herida en su orgullo, reaccionó y a punto estuvo de empatar en la última jugada de un vibrante primer cuarto. Y en el arranque del segundo parcial consiguió sus dos primeros córners cortos, pero sin la misma efectividad que su rival: uno se fue desviado y el otro tapó fenomenalmente Vivaldi. Argentina, por el contrario, castigaba en cada oportunidad que se le presentaba. Así fue que llegó el segundo córner y el segundo gol por esa vía. Esta vez, Peillat ejecutó él mismo su venenosa arrastrada y, con algo de complicidad del arquero, celebró el 3-1. En un vendaval de diez minutos, el partido había cambiado por completo e incluso pudo haberse ido al descanso con un cuarto gol de no haber sido por el arquero belga. Argentina estaba a las puertas de la historia, pero aún faltaba un tiempo entero. Una eternidad. Sobre todo porque el conjunto albiceleste se dedicó a esperar en el tercer cuarto y cedió la iniciativa a los belgas, que se convirtieron en dueños absolutos del partido. No sorprendió entonces que llegara el gol de Gauthier Boccard con un fulminante palazo tras una buena maniobra en el área. La emoción y tensión eran máximas en el último cuarto. Pero el equipo albiceleste se convirtió en una muralla, durmió el partido y con suma autoridad y oficio aguantó los embates belgas -que contaron con varios córners cortos- antes de cerrar el encuentro con un tanto de Mazzilli con el arco ya vacío ante la salida del portero rival para desatar, definitivamente, la fiesta en Deodoro.