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Subsidios al transporte: ¿federalismo o centralismo?
Tiempo atrás, los nostálgicos y amantes de los cafés se conmovían con la noticia de que le habían colgado el cartel de venta al inmueble donde funciona, desde hace 39 años, el bar Pasaporte, de avenida Belgrano y Maipú. La inmobiliaria pedía u$s 190 mil por la propiedad ubicada en la esquina "más parisina de Rosario", como se llama popularmente a esa ochava que destaca por su adoquinado y por la vista privilegiada, frente al edificio de la Aduana y en diagonal a la Fuente de las Utopías.
Al poco tiempo, un grupo de inversores adquirió el espacio, pero no terminaba de aclararse cuál sería el destino de Pasaporte que, desde 2018, había quedado bajo la gerencia de Pablo Bonilla, extitular del boliche Luna, y de sus dos hijos: Luca y Juan. Finalmente, Bonilla confirmó que Pasaporte cerrará definitivamente sus puertas a principios de septiembre y anticipó que comenzarán a vender todo lo que se encuentra en su interior, desde mobiliario, hasta electrodomésticos y objetos de decoración.
"Aunque me ofrecieron la posibilidad de comprarlo, no me pareció redituable porque iba a necesitar muchos años para recuperar la inversión. Finalmente el lugar se vendió y nos quedamos todos estos meses sujetos al contrato de alquiler, pero ahora llegó el momento de terminar este proyecto", explicó Bonilla sobre el contexto que los llevó a emprender la retirada.
Un nuevo comienzo
El acuerdo para dejar libre la propiedad a principios del mes que viene ya está hecho y Bonilla adelantó que el local quedará íntegramente vacío, dejando atrás el mobiliario y la decoración que supo darle a Pasaporte una estética similar a la de los clásicos cafetines porteños.
Otro punto a tener en cuenta es que la antigua casona es Patrimonio Histórico y Cultural de la ciudad en su totalidad, por lo que debe conservarse tanto su fachada como su estructura interna. Esto impide que corra el riesgo de ser derrumbada y se termine utilizando el terreno para un proyecto inmobiliario, destino común de una serie de locales históricos de la ciudad como el mencionado boliche Luna, de calle Tucumán al 900, que Bonilla vendió junto a otros socios en el año 2015, luego de estar casi 30 años al frente.
A su vez, es propiedad horizontal y tiene vecinos viviendo arriba del inmueble, lo cual define ciertos parámetros a tener en cuenta como el volumen de la música, que debe ser bajo, y la imposibilidad de sonorizar la parte externa del bar, conocida como terraza, que comprende las mesas y sillas de la vereda a calle Belgrano.
"El tema de la música es algo a tener en cuenta porque no puede estar muy fuerte y eso te cambia el negocio, es un lugar que está hecho para funcionar como cafetería, desde la mañana y hasta la cena, quizás con una propuesta de trasnoche tranquila", explicó Bonilla, quien usará el dinero de la venta de los objetos de Pasaporte para afrontar la indemnización de sus empleados.
Sobre este punto, aclaró que todo lo que vendan se publicará en las redes del bar y los compradores podrán retirarlo una vez que cierren, en unas tres semanas o cuatro como máximo. También hizo una mención especial al caballito de bronce, tipo carrousel, que tienen al costado del ingreso a Pasaporte y que fue el primer ícono que el bar usó como logo, cuando abrió sus puertas, allá por el año 86. Luego Pablo lo cambió por un avión, en alusión a los vuelos de la Aduana.
"El 80% de todo lo que compone el bar son objetos que están desde el primer día de su inauguración, no se modificó su esencia. Yo hace siete años, cuando lo compré, estuve varias semanas en obra y recuperé algunas partes que estaban en mal estado, pero con la idea de tratar de conservar elementos que fueron parte de su origen. Quedó prácticamente igual a esa época, la estética es la misma, pero mejoramos la calidad", remarcó el empresario.
Cambio de época
Pablo se corrió del manejo del bar, casi desde un inicio, ya que su idea siempre fue que el espacio les sirviera como salida laboral a sus hijos y como herramientas para adquirir las primeras armas en el manejo de un negocio.
En este sentido, Luca Bonilla aseguró que quiere continuar vinculado a la gastronomía y junto a un amigo están averiguando precios de alquileres ya que tienen la idea de abrir un nuevo bar, aunque el proyecto todavía es muy incipiente: "Vengo casi todos los días y ahora me toca irme de este lugar con una experiencia que prácticamente no tenía cuando arranqué con mi hermano, además de que fue mi fuente de trabajo durante muchos años".
Si bien en las mejores épocas Pasaporte abría toda la semana, hace meses que, por la crisis, el bar se mantiene cerrado los días lunes y los domingos al mediodía. Ambos coincidieron en que, dejando de lado la pandemia, están atravesando el peor momento en términos de ingresos y que la caída del consumo es muy notoria en el rubro en general.
"Si tomás un café todos los días en un bar como este, tenés que pensar en destinar unos $90 mil por mes y mucha gente no tiene ese presupuesto. No solo bajó la cantidad de público, sino que, quienes vienen, consumen menos, es un momento difícil porque muchos locales están cerrando", sostuvo Pablo.
A su vez reflexionó sobre los cierres que se dan en ciertos ciclos: "Cuando decidí cerrar Luna lo hice porque el bar había quedado vetusto, pasábamos rock cuando el reggaetón estaba a full, captamos a tres generaciones pero la cuarta no se enganchó. Fue un momento donde la movida se había ido hacia Pichincha y había que pasar a otra cosa".
Durante lo últimos años, al local de la esquina parisina lo recorrieron figuras tan variadas como el actor Rodrigo de la Serna, la cantante Jimena Barón y el político Horacio Rodríguez Larreta, todos atraídos por la mística que todavía guarda al ser una de las cafeterías más tradicionales de la ciudad. Pero Pablo también mencionó con nostalgia los primeros años de Pasaporte y la alta concurrencia de jóvenes que, por ese entonces, frecuentaban la zona del bajo rosarino los fines de semana, donde se generaba sinergia con otros clásicos de la nocturnidad como Berlín, Luna, Salamanca, Barcelona y El Barrilito.
Fuente: La Capital