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Subsidios al transporte: ¿federalismo o centralismo?
Una avioneta con matrícula de la ciudad boliviana de Santa Cruz de la Sierra se estrelló en un camino rural de la localidad chaqueña de Avia Terai, a poco menos de 170 kilómetros de Gato Colorado, en el límite con la provincia de Santa Fe. La aeronave, un Cessna 210 Turbo Centurion II, se estima que transportaba “entre 600 y 700 kilos de cocaína” de máxima pureza, de los cuales los dueños de la mercadería pudieron rescatar gran parte, pero dejaron abandonados 324 kilos valuados en poco más de 2 millones de dólares. En el lugar no se encontraron personas y, según testimonios de los lugareños, los dos ocupantes de la avioneta fueron rescatados heridos por una camioneta que esperaba la carga. Seis meses atrás, a unos 120 kilómetros de Avia Terai, cinco ladrones murieron tras estrellarse con un Cessna 206 robado en el aeroclub de Villa Ángela y ahora, la policía chaqueña informó que el Cessna 210 había sido robado el fin de semana pasado en Bolivia.
Si bien una avioneta no se roba todos los días, la sustracción de pequeños aviones es una modalidad que preocupa a los cerca de 400 aeroclubes que hay en la Argentina. El fenómeno coloca en agenda pública el problema de los vuelos ilegales y las dificultades en el control del espacio aéreo nacional. La Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar) y las fiscalías federales regionales miran el tema con atención debido a la operatoria de bandas que reciben la droga bajo la modalidad de bombardeo (arrojar los cargamentos a los campos sin la necesidad de aterrizar) o en caminos rurales donde tras un aterrizaje se descarga en pocos minutos para luego remontar vuelo nuevamente.
En enero pasado, tras el robo de la avioneta en Villa Ángela, el gobierno paraguayo, a través de la Secretaría Antidrogas Nacional (Senad), alertó a su par argentino que la región es parte de una de las rutas que maneja el Primer Comando Capital (PCC), la organización narcocriminal brasileña. Según investigaciones del gobierno boliviano, en las regiones de Beni y Santa Cruz de la Sierra, distante 500 kilómetros un punto del otro, el PCC se provee de la cocaína que luego traslada hacia Brasil, Paraguay, la Argentina y Uruguay y desde esos países al mercado europeo a través de la hidrovía Paraná-Paraguay.
El martes a la tarde, alrededor de las 15.45, vecinos de la zona de la estancia La Aurora, ubicada a unos 5 kilómetros de la pequeña localidad de Avia Terai escucharon un fuerte estruendo. Los que se animaron a asomar sus narices vieron entre la polvareda la fisonomía de una avioneta blanca de panza roja que había dado una vuelta campana tras perder la rueda delantera en un aterrizaje forzoso por desperfectos técnicos. La aeronave es un Cessna 210 Turbo Centurion II valuado en alrededor de 150 mil dólares. Casi en simultáneo al lugar llegaron dos camionetas blancas a las que se subieron los pilotos heridos y en las cuales se cargó una parte de los ladrillos de cocaína que estaban embalados en bolsas de yute color verde.
Según información oficial, el primer móvil policial que llegó al lugar lo hizo alrededor de las 16.30 del martes. Para ese momento los narcos se habían llevado la mitad de la carga que transportaba la aeronave matrícula CP 3123 y en el lugar sólo se recuperaron 324 kilos de cocaína. Los ladrillos tenían dos marcas: una mano negra abierta y la figura de un hombre con una tupida barba. La policía chaqueña y Gendarmería Nacional informaron que montaron un megaoperativo en rutas y caminos de toda la provincia para dar con los dos vehículos que rescataron a los pilotos y se habrían llevado la mitad del cargamento. Y también controlaban hospitales de la región ante la posibilidad de que pudieran ingresar los pilotos heridos en el accidente.
Al pensar en una ruta de distribución de cocaína entre las regiones de Beni, Santa Cruz de la Sierra y la zona central de Argentina el nombre que surge es el del boliviano con DNI argentino Jorge Adalid Granier Ruiz, cabeza de una de las organizaciones trasnacionales de transporte y distribución de droga que operan en las provincias de Salta, Córdoba, Chaco y Santa Fe, entre otras.
Granier Ruiz nació el 11 de diciembre de 1979 en San Borja, ciudad ubicada al norte de Bolivia, en el departamento de Beni. Tiene 43 años y es conocido como “Chuleta” o “Nono”. En su faceta legal es un empresario dedicado a la industria agrícola ganadera pero según investigaciones federales tiene aceitados contactos con el PCC brasileño y es proveedor de cocaína en Argentina de los rosarinos Esteban Lindor Alvarado y Adelaida “Reina Tití” Castillo, una salteña detenida en la provincia de Santa Fe en 2020 con una carga de 382 kilos de cocaína. Hoy ambos están presos por sus vínculos con el clan de Valdemar Loza, otro salteño condenado a 15 años de prisión por tráfico de estupefacientes en 2019.
El servicio de “taxi aéreo” que ofrecía Granier Ruiz, dijeron los pesquisas, tenía un costo de 300 mil dólares que sus clientes debían pagar por adelantado y los viajes los hacía un piloto de su confianza que despegaba indistintamente desde Paraguay o Bolivia con no menos de 380 a 400 kilos de cocaína. De él comenzó a hablarse en el Gran Rosario a partir del triple crimen de Maximiliano Giménez, su mujer y su hijita de 1 año pasadas las 4.30 del 29 de enero de 2022 cuando salían del casamiento de Esteban “Pinky” Rocha y Brisa Leguizamón, ambos procesados como miembros de la banda de Olga “Tata” Medina, en un salón de eventos sobre la ruta 34 en Ybarlucea. Así se fue conociendo que distintos eslabones de la banda de Granier Ruiz eran investigados por fiscales de la Justicia Federal de Salta, Rosario y la Procunar en al menos siete expedientes.
El hombre de Granier Ruiz en la región de Rosario era Fabián “Calavera” Pelozo, quien tenía un nodo logístico de distribución de la droga que llegaba desde Bolivia y Paraguay con epicentro en Ybarlucea y era considerado como el gerente de una organización narcocriminal trasnacional que operaba en las provincias de Salta, Córdoba y Santa Fe. Calavera cayó en marzo de 2022, acusado como coautor de transporte de estupefaciente agravado por el número de personas intervinientes por el hecho registrado el 24 de septiembre de 2020 cuando fue apresada Adelaida “Titi” Castillo.
Distintas investigaciones, algunas cerradas en juicios con condenas y otras en curso, permitieron determinar que la cocaína que se consume en Rosario proviene de Bolivia siguiendo una triangulación con Paraguay para lograr mayor autonomía sobre todo en los vuelos que llegan a pistas clandestinas y el transporte por la hidrovía Paraguay-Paraná. Las rutas terrestres, principalmente las nacionales 34 que llega al límite con Bolivia y la 11 que va hasta Paraguay, siguen intactas, aunque los narcos exploran todo el tiempo distintas variables por caminos rurales de las provincias. A esas rutas hay que sumarles las de la provincia de Entre Ríos que confluyen en el puente Rosario-Victoria o que les permiten dejar las cargas en la zona de islas para luego ser ingresadas a Rosario por embarcaciones más pequeñas.
Si bien distintos voceros consultados dijeron no contar con un mapeo de pistas clandestinas en la provincia, en conceptos generales dejaron entrever que es muy complejo realizar ese trabajo porque el radar instalado en Chaco “funciona intermitentemente”. Así y todo queda en manos de un vecino que en algún lugar de la provincia denuncie al ver más de una vez el paso de una avioneta desconocida o “panza blanca”, como las reconocen en el norte, y que se acercan hasta unos 100 kilómetros de Rosario donde lanzan su cargamento a modo “bombardeo” en vuelos rasantes para que en tierra sean pescados por transeros en camionetas.