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Subsidios al transporte: ¿federalismo o centralismo?
Rosario es una ciudad con alto nivel de empleo pero con gran cantidad de trabajadores pobres. Con una fuerte participación del empleo privado, sobre todo asalariado, que se desarrolla en actividades que no están entre las mejores remuneradas. También hay mucha informalidad, incluso entre quienes están en relación de dependencia, y un sector cuentapropista pendiente de ser estudiado en todas sus dimensiones. Esas son algunas de las conclusiones que la Usina de Datos de la UNR presentó a inicios de mayo pasado sobre las características del mercado de trabajo en la ciudad. Fue el resultado de un trabajo que “permite hacer preguntas y trabajar en forma interdisciplinaria sobre las nuevas formas del trabajo”, señaló la coordinadora de ese centro de estudios, Paula Durán.
Durán, docente e investigadora de ambiente de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la UNR, explicó que la Usina de Datos elaboró el informe a partir de “datos propios relevados en la encuesta de hogares” que realizó en el cuarto trimestre del 2021.
A diferencia de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que realiza trimestralmente el Indec, y cuyos últimos datos serán informados el jueves próximo, el relevamiento de la universidad no se hizo sobre todo el aglomerado sino sólo sobre la ciudad. Es que el objetivo de los investigadores de la UNR era “espiar las particularidades” del mercado de trabajo de Rosario. Durán explicó que ya se trabaja en una segunda encuesta, de modo que se pueda comparar históricamente la información recolectada. Mientras tanto, lo que muestra es un “perfil” particular del mercado laboral estrictamente rosarino.
Este perfil, describió la investigadora, es el de una ciudad fundamentalmente dedicada al comercio y caracterizada por el empleo privado. Sólo el 11% es público. La ocupación es en su mayoría asalariada. El 70% trabaja en relación de dependencia, con un alto nivel de informalidad, que llega a una tasa del 36%, “en sintonía con los datos de los otros aglomerados del total nacional”.
Una característica importante es que los rubros de empleo que predominan en la ciudad no son los que están en la escala salarial más alta. “Priman los trabajos en las que están en las ramas de actividad de menor remuneración promedio, hablamos de comercio, docencia, sectores de cuidado, ayudantes de albañiles, empleadas domésticas, vendedores”, describió. Los empleos vinculados a la industria manufacturera son en establecimientos muy pequeños. “Más del 44% de las personas trabajan en establecimientos con hasta cinco ocupados; el 26% en empresas de entre 6 a 40; el 11% en locales de 41 a 200 personas y sólo el 10% trabaja en grandes empresas”, agregó.
“El nivel de empleo es alto, las rosarinas y los rosarinos trabajan en su mayoría, casi no hay personas que no tengan ningún tipo de actividad y estén buscándola”, señaló la coordinadora de la Usina de Datos. Pero a pesar de ello, en muchos casos los ingresos no son suficientes para salir de una situación de pobreza. Es el fenómeno de los trabajadores pobres.
El 22% de la población es cuentapropista, según la encuesta de la UNR. Los investigadores de la Usina trabajan en forma articulada con el Observatorio de Economía Popular y Social de la Facultad de Ciencia Política para poder medir el fenómeno del cuentapropismo en relación a la economía social. “El porcentaje de la economía popular va a ser mayor porque también están ahí las personas asalariadas en empleo doméstico o algunas otras actividades en las que es difusa la categorización tradicional de patrones y asalariados”, explicó, la tiempo que subrayó que la categoría de la actividad por cuenta propia “merece ser revisitada, después de tantos años de mantenerse una estructura económica diferente a la que fue pensada originalmente”.
A diferencia de lo que ocurre en el total de personas ocupadas, en la economía popular predominan las mujeres. Es un aspecto que entronca con la desigualdad de género que caracteriza al mercado laboral en general. “Las mujeres tienen una jornada de trabajo no remunerado que, en promedio, es el doble que la de los varones”, subrayó.
La investigadora consideró que “es más interesante distingiuir entre trabajo remunerado y no remunerado”, que considerar que todo es trabajo. “Si yo considero que todo es trabajo no tiene sentido medir el desempleo porque todas las personas hacen alguna cosa; sí me parece interesante distinguir la importancia del trabajo doméstico y de cuidado, que siempre se considera un trabajo reproductivo garante del otro trabajo”, explicó.
Dentro de lo que es el trabajo remunerado para el mercado, agregó, “hay una infinidad de situaciones nuevas entre comillas, que no tienen que ver con el trabajo que entendíamos tradicionalmente como de buena calidad, en el sentido de estar protegido por la legislación, con un ingreso suficiente”, señaló. Indicó que hay “un montón de nuevas formas de empleo”, como al empleo de plataforma o, en otro extremo de la pirámide, la venta de servicios hacia afuera. “En todo caso obligan a revisar un poco la mirada”, dijo.
Durán consideró que esta primera aproximación general sobre el empleo en Rosario permite “hacerse preguntas y trabajar con especialistas de la Universidad sobre estos temas como la economía popular, el emprendedurismo y las actividades que se fomentan para salir de esta dependencia de un trabajo que es muy difícil de conseguir”.
“Todavía seguimos viviendo del trabajo, no hay una fuente de ingreso que lo haya reemplazado y tampoco hay una fuente de integración social y de socialización que los haya reemplazado. Entonces por eso el trabajo sigue teniendo todavía mucha centralidad. Y en eso la economía popular tiene mucho para decir”, concluyó.