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Subsidios al transporte: ¿federalismo o centralismo?
Changos más chicos, mercadería que queda varada en la línea de cajas, tickets promedio que se reducen y compras programadas que llegan sólo al 2 por ciento de la clientela. Así describen su propia "radiografía" los supermercadistas locales al poner de relieve cómo se modificaron los hábitos de consumo en función de una inflación alta y sostenida que socava los bolsillos. Entre mayo y junio la caída en las ventas se aproxima al 6 por ciento.
Quien concurra asiduamente a cualquier supermercado notará que entre las cajas suele quedar cada vez más mercadería que no se pasa por los lectores de las registradoras y muestra otra cara de la crisis. En promedio, los supermercados pequeños barriales, granjas, autoservicios y almacenes tienen un ticket por cliente de 2 mil pesos con compras casi diarias. En las cadenas más grandes, que incluso desarrollan la venta online, el valor ronda los 7 mil pesos.
El dato que explica el impacto directo de la alta inflación en los bolsillos es la nueva caída en las ventas del supermercadismo regional que fue del 6 por ciento respecto al último mes.
"Muchas cadenas han tenido que comprar changuitos de menor tamaño, al ser las compras de menor capacidad tanto en el consumo como en el poder adquisitivo, cada vez más dañado, que repercute en cada ticket. Quienes hacen hoy compras programadas son un pequeñísimo sector que no representa más del 2 por ciento de los clientes", graficó el titular de la Cámara de Supermercadistas de Rosario, Sergio López. Ahora, son pocos los que pueden guardar mercadería o hacer la compra del mes o la quincena.
En cuanto al tipo de elección, la mayoría ya se vuelca en forma consolidada a segundas y terceras marcas "no reconocidas", pero que presentan calidad. Según el sector, esto se da en lácteos y panificados con precios un 20 por ciento por debajo de las marcas "fuertes". Esta elección de artículos alternativos ya movió a muchos comercios, inclusive a los locales de proximidad, a buscar variedad en los rubros.
Un fenómeno cada vez más marcado es la devolución de productos antes de pasarlos por el lector láser en las líneas de cajas. "Esto se da por falta de dinero en caso de que el cliente pague en efectivo o por la falta de saldo cuando el pago lo hace con tarjeta de débito. Esta última situación puede alcanzar a la totalidad de la compra", explicó otro referente del supermercadismo, Sergio Cassinerio.
El empresario aclaró que en cuanto los productos que quedan en las cajas no hay un patrón en común. "Cada uno deja el producto que cree que menos necesita, aunque casi siempre primero opta por los no alimenticios. Además, a principios de mes los sistemas de pago se saturan y no pueden procesar las compras en forma simultánea", recordó. Eso ocurre con las billeteras virtuales que a veces tienen problemas informáticos y hacen que se devuelvan algunas adquisiciones.
Según López, se ven abandonados en las cajas productos de aseo personal, perfumería y hasta yogures con marketing para niños. "Tenemos que ser testigos dolorosamente de cómo una mamá o un papá dejan un producto con dibujitos infantiles que le piden los hijos para llevarse la comida del día. Es una cosa u otra", graficó el empresario.
Y en lo que hace a la gama de botellas de vino, también se percibe un escalón menos en los precios. "El consumidor se cuida mucho y prioriza el precio y ya no tanto la etiqueta. Cuida el bolsillo por más que lo pueda pagar", subrayó el dirigente.
Otro fenómeno en ascenso es el uso para compras alimenticias de la tarjeta de crédito. Pero también ha crecido la compra con dinero ante la presencia de trabajo informal que maneja "cash".
Además, muchos artículos achicaron sus envases o vienen con menor contenido. El dulce de leche, por citar un ejemplo, ya no viene exclusivamente de 500 gramos, sino que en góndola se ofrece por 400 gramos, al igual que los paquetes de galletitas.
"Y en los barrios más vulnerables, se sigue comprando por la misma unidad monetaria menor cantidad", advirtió López.
Un punto más sobre el que la Cámara mostró preocupación es la energía eléctrica. "El costo de la luz pasó a ser un ítem volcado a precios que vemos con atención porque, sumado a los aumentos en las facturas domiciliarias, redunda en el poder adquisitivo y de compra en los súper. Hay menos plata para atender cuestiones básicas", marcó López.