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  • Coronavirus: el mundo en crisis

12:47:28 04/04/2015

"Queremos salir a la calle tranquilos y dormir en nuestros hogares”

“Que Dios ilumine a cada candidato que pide nuestro voto, porque ellos tienen obligación de servirnos, tienen que pensar en nosotros. Todos queremos salir a la calle tranquilos y dormir en nuestros hogares”, remarcó unos pocos minutos después de las doce, el padre Ignacio Periés ante una multitud calculada por Defensa Civil en más de 200 mil personas. Fue al cierre del tradicional Vía Crucis en el que llamó a cuidar la familia, pidió por mayor trabajo y rezó por los enfermos.
El mensaje a la clase dirigente fue coronado por miles de aplausos y seguido de cerca por varios dirigentes políticos que se habían acercado al lugar.
“La familia es la almohada donde podemos reclinar la cabeza y disfrutar la vida”, señaló desde el escenario montado al pie de la enorme cruz que se alza en el inicio de la autopista a Santa Fe.
Unos minutos antes, Ignacio había guiado el Vía Crucis desde la trasmisión radial que siguió el evento y fue reproducida por los altavoces. Así, el sacerdote sorprendió a los fieles con una celebración en distintas lenguas: inglés, italiano y castellano.
“Esta noche pedimos que la mano de Dios nos toque. No la de Ignacio, sino la de Dios. Que su mano alivie los dolores de los enfermos y les levante el ánimo”, señaló el sacerdote.

Más fuerzas. “Ustedes me han dado fuerza, han descubierto mi vocación. Recen para que Dios me de más fuerzas para acompañar a los que sufren, a los enfermos, ellos son mis amores”, les dijo a los miles de fieles que lo escucharon emocionados.
El sacerdote también pidió la bendición “para todas las familias que hoy están sufriendo”.
La noche calurosa no le jugó una buena pasada a muchos fieles, ya que en medio de la muchedumbre no fueron pocos los que se descompusieron.
Barrio Rucci volvió a demostrar  su generosidad para abrir sus puertas y albergar una muestra multitudinaria de fe. Impactante. Como cada Viernes Santo, la zona norte modificó su fisonomía, extendió sus brazos y se convirtió en el núcleo escénico de una enorme cantidad de plegarias.
Porque el Vía Crucis celebrado por el padre Ignacio volvió a confirmar su efecto amplio, revitalizador y heterogéneo, con una contundencia expresiva emocionante. En el que detrás del recuerdo de los hechos que debió atravesar Jesús en sus últimos días de vida terrenal, también se mezclaron deseos personales y pedidos más abarcativos, rezos y agradecimientos, encuentros y desencuentros, sueños y padecimientos, físicos y espirituales. Todo amalgamado con el halo magnético y la luz angelical que emana de la figura de Ignacio.
“Cómo nos cuesta vivir hoy. Siempre lo hacemos apurados. ¿Por qué no disfrutamos en lugar de pelear y discutir?”, se preguntó el sacerdote en la octava estación del Vía Crucis.
Ignacio también se acordó de la Virgen, cuya imagen llegó a las 22 hasta el palco central en medio de un gran aplauso de la multitud. “Que la Virgen sea siempre nuestra protección, nuestro consuelo y esperanza”, rogó.
Hacia las 23.15, la primera de las tres cruces que recorrieron el barrio en el marco del Vía Crucis llegó al escenario y fue recibida con aplausos. 

Minutos después llegarían las otras dos y el cierre con la homilía de Ignacio, en un marco de profunda emoción y recogimiento.

Amplio operativo. La muestra de fe contó con el apoyo de un amplio operativo de seguridad y de tránsito que se estableció cerca del mediodía y que incluyó más de 140 agentes municipales de la Secretaría de Control y Seguridad. También se dispusieron alrededor de 300 policías y gendarmes. Además, Defensa Civil tuvo un destacamento en la plaza Ombú, como punto de asistencia.

El secretario de Control y Convivencia Ciudadana, Pablo Seghezzo, se mostró muy satisfecho por el operativo.
Veinte minutos después de la medianoche, Ignacio agradeció a la multitud, bendijo las miles de manos con fotos de familiares en alto y lanzó su mensaje de despedida. “Me siento útil, querido, ustedes son mi familia, gracias”, dijo para poner el cierre a una noche plagada de emociones y recogimiento.